martes, 18 de febrero de 2020

02. Crimestop



George Orwell traza en su famosa novela 1984 la imagen de esa actitud anímica habitual en los sistemas totalitarios: crimestop significa la capacidad, casi instintiva, de contenerse en el umbral mismo de cualquier pensamiento peligroso. Incluye el don de no entender las analogías, de mostrarse incapaz de reconocer errores lógicos, de malentender los argumentos más elementales… y también de aburrirse o sentir repugnancia ante cualquier ilación de pensamientos que pudiera deslizarse en dirección herética. Crimestop significa, en una palabra, ‘estupidez protectora’.
A despecho de todo ello, las dudas siguen vivas en las mentes cristianas. Alejarlas de la propia fe victoriosa o encauzarlas, al menos, en una fórmula triunfal constituye una de las tareas más apremiantes de los clericales (y de sus cómplices políticos). Así se inventó el dogma, la cumbre suprema de fiabilidad y garantía ideológicas. Esa muletilla del pensamiento, vinculante para todos los creyentes y puesta al servicio de todo intelecto hipócrita y lacayuno, está, ella misma, crudamente expuesta a desviaciones, errores y dudas. Pero también en este punto sabe “el clero” hallar pronto remedio: surge así una instancia suprema, la de un papa que rige infalible en las cuestiones tocantes a la fe y legitima la idea obsesiva del dogma. Confiarse a él, edificar sobre la roca que es su solio parece ser la única posibilidad de prevalecer frente a las “puertas del infierno (o cualquier otro mantra). El precio de todo ello, el sacrificio de millones de intelectos, a lo largo de la historia del dogma, en aras de la necesidad de seguridad de unos pocos, eso es algo que las declaraciones públicas de clérigos o políticos no se dignan mencionar ni siquiera mediante una alusión tangencial.

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